Por Manuel Acosta Ojeda
Podemos afirmar que después de “Nube gris”, de Eduardo Márquez Talledo, el valse más cantado –hasta hoy– es “Alma, corazón y vida”, de letra y melodía
sencillas, que exhala una gran sinceridad, transmitiendo una profunda ternura, logrando comunicar inmediatamente el mensaje que encierra.
Pertenece en letra y música a don Adrián Flores Albán, nacido en el distrito de Bellavista, provincia de Sullana, departamento de Piura, el 8 de setiembre de 1926; sus padres fueron don José Eusebio Flores Cruz y doña Felicita Albán Silva.
Nuestro amigo Gonzalo Toledo Crovetto contaba la historia de un señorita de nombre Eva, quien era la “culpable” de la existencia del valse; tumbesina, quien se casó con un comerciante, lo que motivó que Adrián viniera y viviera en los Barrios Altos.
Y es así como nace en 1948 “Alma, corazón y vida”; todavía en su tierra natal, y la anota sobre el exagrama de su guitarra, pues Adrián, al igual que la mayoría de los que hacemos canción popular en el Perú, conocemos primero “el palo trinador” y después la teoría musical.
Ese año es inolvidable para mí, porque se interrumpió la democracia por el golpe de Estado que encabezó el general Manuel A. Odría, derrocando al gran tribuno arequipeño José Luis Bustamente y Rivero.
Volviendo al tema, en 1952, Teresita Bergamino, casi una niña, cantante con gran simpatía, graba en discos, para el sello Odeón, su valse, causando tremendo impacto en los aficionados a la música criolla. Luego, lo graba Esther Granados, para Sono Radio. Pero es con “Los Embajadores Criollos”
–que lo graban ese mismo año para Odeón– que rompe todos los topes de venta conocidos. Alejandro “el Chino” Rodríguez le crea un punteo en la guitarra que, en los teatros, la gente aplaudía de pie, haciéndolo repetir. En la parte final del valse, Carlos Correa le hace un contrapunto adelantando la melodía y la letra, un poquito antes de la voz de Rómulo Varillas, que el público también hacía repetir en Radio Victoria, donde era tema obligado todos los días en los programas de mediodía.
La letra dice:
sencillas, que exhala una gran sinceridad, transmitiendo una profunda ternura, logrando comunicar inmediatamente el mensaje que encierra.
Pertenece en letra y música a don Adrián Flores Albán, nacido en el distrito de Bellavista, provincia de Sullana, departamento de Piura, el 8 de setiembre de 1926; sus padres fueron don José Eusebio Flores Cruz y doña Felicita Albán Silva.
Nuestro amigo Gonzalo Toledo Crovetto contaba la historia de un señorita de nombre Eva, quien era la “culpable” de la existencia del valse; tumbesina, quien se casó con un comerciante, lo que motivó que Adrián viniera y viviera en los Barrios Altos.
Y es así como nace en 1948 “Alma, corazón y vida”; todavía en su tierra natal, y la anota sobre el exagrama de su guitarra, pues Adrián, al igual que la mayoría de los que hacemos canción popular en el Perú, conocemos primero “el palo trinador” y después la teoría musical.
Ese año es inolvidable para mí, porque se interrumpió la democracia por el golpe de Estado que encabezó el general Manuel A. Odría, derrocando al gran tribuno arequipeño José Luis Bustamente y Rivero.
Volviendo al tema, en 1952, Teresita Bergamino, casi una niña, cantante con gran simpatía, graba en discos, para el sello Odeón, su valse, causando tremendo impacto en los aficionados a la música criolla. Luego, lo graba Esther Granados, para Sono Radio. Pero es con “Los Embajadores Criollos”
–que lo graban ese mismo año para Odeón– que rompe todos los topes de venta conocidos. Alejandro “el Chino” Rodríguez le crea un punteo en la guitarra que, en los teatros, la gente aplaudía de pie, haciéndolo repetir. En la parte final del valse, Carlos Correa le hace un contrapunto adelantando la melodía y la letra, un poquito antes de la voz de Rómulo Varillas, que el público también hacía repetir en Radio Victoria, donde era tema obligado todos los días en los programas de mediodía.
La letra dice:
Recuerdo aquella vez, que yo te conocí,
recuerdo aquella tarde pero no me acuerdo
ni como te vi.
Pero sí te diré, que yo me enamoré,
de esos tus lindos ojos y tus labios rojos
que no olvidaré.
Oye esta canción que lleva, alma, corazón y vida,
estas tres cositas nada más te doy.
Porque no tengo fortuna,
estas tres cosas te ofrezco,
alma, corazón y vida y nada más.
Alma para conquistarte, corazón para quererte
y vida para vivirla junto a ti.
En 1955 –su eterno valse– rompe récords de venta en Brasil, en las voces del trío “Marabú” para el sello Copacabana. Después, lo graban en Argentina el trío “Monges, Ayala y Sánchez” y “Las Argentinitas”. Luego, “Los Panchos”, los originales: “Chucho” Navarro, Alfredo Gil y Hernando Avilés.
En marzo de 1979, lo graba como balada el famoso cantor español D’Jango, y en agosto del mismo año su paisano Raphael le dice: “Hey, eso es un valse peruano” y lo graba en su ritmo original. Y así podríamos seguir...
Tengo un gratísimo recuerdo de esta canción; estaba en París y Julio Ramón Ribeyro me llevó al restaurante L’escale, en el barrio latino, muy cerca de La Sorbona, donde me encontré con Milton Zapata, guitarrista piurano, y Martín Torres, músico argentino; este último me llevó a Odeón 10, donde había un barcelonés que cantaba y tocaba la guitarra muy bien. Al enterarse de que yo era peruano, interrumpió su recital y me dedicó “Alma, corazón y vida”.
Noble y alegre –como un aumento de sueldo–, querido Adrián, “¡Feliz te recibe el año...!”
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Tomado del Suplemento Variedades del diario El Peruano
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