domingo, 10 de abril de 2011

SON DE LOS DIABLOS



EL "SON DE LOS DIABLOS"

Por Manuel Acosta Ojeda

Durante el Virreinato, debido a la gran cantidad de habitantes afrodescendientes que vivían en las principales ciudades, la Corona potenció al máximo la evangelización y la extirpación de idolatrías, satanizando –hasta extinguir– todo lo que no fuera cristiano.

Esta danza estuvo íntimamente ligada a las celebraciones del Corpus Christi; en un inicio los negros eran quienes abrían la procesión y estaban encargados de recoger la limosna, iban cuidadosamente vestidos, llevando un distintivo de diferentes colores que los identificaba con su respectiva cofradía. Esta limosna era recogida en una cajita de madera, que luego se convertiría en el instrumento de percusión que hoy conocemos. Es posible también que el portador de la cajita, golpeara ésta abriendo y cerrando la tapa, lo que invitaba al público devoto a poner monedas de limosna en ella. Se desconoce el momento en que esta colecta para la iglesia pasa a ser la representación de la "lucha entre el bien y el mal".

La Gaceta de Lima menciona: "Las comparsas de negros acompañaban a la tarasca, que iniciaba el desfile con máscaras de diablos y al ritmo de arpa; cajas y otros instrumentos." Rivas A., Roberto: Danzantes negros en el Corpus Christi de Lima, 1756".

En la lámina Nº E-145 del Códice de Trujillo se puede observa un grupo de varones negros (6) luciendo máscaras con cuernos y pantalones cubiertos por tiras multicolores, ellos con los pies descalzos llevan atados en los tobillos cascabeles o espuelas sonajeras. En representación del bien un "ángel" blanco y un "diablo" negro como símbolo del mal. El bien siempre triunfaba.

En 1820 apreciamos acuarelas de Pancho Fierro tomadas de esta danza, donde aparece como instrumento principal "el arpa". Ya para esta fecha la danza era totalmente del negro peruano, quien asume jubiloso su papel de diablo –desapareciendo la presencia del ángel– y bailándola sólo para la fiesta pagana de los carnavales.

En 1867 Manuel Atanasio Fuentes describe así la danza: "Algunos se disfrazan de diablos o de emplumados, otros imitan a los osos con pieles sobrepuestas, otros representan unos monstruos con cuernos, plumas de gavilanes, garras de leones [...]acompañan a la procesión con alaridos y gritos atroces".

Para entonces la esclavitud ya había sido abolida, desinhibiendo al negro y tornándole en más atrevido hasta el extremo de quebrantar las leyes impuestas por los blancos, por ejemplo, la prohibición de acompañar la procesión.

La tradición oral nos cuenta que en las primeras décadas de 1900, en las comparsas carnavalescas los negros danzaban por los barrios aledaños a Lima, deteniéndose al frente de la entrada de las principales tiendas, empezaban a hacer piruetas y contrapunto de pasadas. Una vez terminada la demostración de destreza para el baile, un negro que no bailaba ni tocaba instrumento alguno, se acercaba a hablar con el dueño de la tienda, al que amablemente pedía aguardiente de caña, galletas de agua o biscochos, queso y chancaca si el propietario osaba negarse, su nombre y dirección iban a dar a un gran cuaderno. Días después misteriosamente los "amarretes" comerciantes, sufrían sospechosos accidentes o bien: la acequia que transportaba aguas servidas por el frente de la tienda se "atoraba" de repente, causando molestias o voladoras piedrecillas rompían los vidrios de sus ventanas.

La letra que hoy conocemos como el canto de esta danza "Son de los diablos. Son que venimos a bailar, y el pícaro "Cachafaz" la quijada va a tocar..." pertenece a Fernando Soria Menacho conocido como "Ño bisté", creada alrededor de 1940.

El "Son de los diablos" no llevaba ningún estribillo cantado, se dice que sólo se escuchaba: ...juuuu....
¡Diablo! ¡Diablo!,.... ¡Diablo! ¡Diablo! ¡Diablo!... juuuu.

Tomado del Suplemento Variedades del diario El Peruano.

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