lunes, 7 de marzo de 2011

EL SABIDO

Extraido de: Altas Voces de la Literatura Peruana y Latinoamericana - Maynor Freyre
http://www.maynorfreyre.com/2da_parte.html

Manuel Acosta Ojeda: El Sabido


El conocido compositor criollo Manuel Acosta Ojeda, tiene en sus bolsillos la invitación para escribir sus anécdotas a raíz de una conversación muy amena que sostuviera en París con el editorialista Carlos Seix Barral, «quien en esa oportunidad se revolcaba de risa» al escuchar las ocurrencias de sus viajes.

En realidad, «El Sabido», sobrenombre con el que Julio Ramón Ribeyro menciona a Manuel Acosta en su obra, «se pasa» relatando sus peripecias juveniles y de bohemia. Pero el compositor, además es un hombre de negocios que se ve imposibilitado de concretar dicha invitación y mucho menos ha tenido tiempo para leer Los geniecillos dominicales, obra de su gran amigo Julio Ramón Ribeyro, en la que es coprotagonista con otros personajes.

«Mira viejo –dice confidencialmente Acosta–, como peruano y bohemio últimamente sólo he leído etiquetas de botellas, pero ahora que me he retirado del trago me voy a dedicar a leer y a componer más canciones políticas, en cambio te puedo asegurar que sí he leído y me la sé de memoria la obra Los gallinazos sin plumas del mismo autor».

–Si no ha leído Los geniecillos dominicales ¿cómo se enteró de que se le menciona en dicha obra?

«Por intermedio de Juan Gonzalo Rose me enteré que directa o indirectamente aparezco en algunos párrafos de la obra, al igual que el flaco Carlos Alfonso Delgado, Pedro Buckinghan, Devoto y otros personajes de la «fauna» surquillana que frecuentábamos el bar Taca Taca, ubicado a la vuelta del bar El Triunfo... Este último era un bar muy elegante para nosotros, en cambio en el Taca Taca, que pertenecía a un japonecito, encontrábamos la botella de Capitán, que era una mezcla de vermouth y pisco, a tres soles cincuenta. Allí nos reuníamos con la gente que robaba en San Isidro y Miraflores, rateritos que eran una especie de Robin Hood: asaltaban a los ricos para compartir con los pobres».

–¿Cuándo visitó el bar Palermo?

«Visité el Palermo en el ‘63 cuando empezaba a componer canciones políticas, allí fue donde me puse en contacto con intelectuales como Reynoso, Zavala, Julio Ramón y otros».

–¿En alguna oportunidad Julio Ramón consultó con el grupo de amigos sus escritos?

«No solamente Julio llevaba sus obras al Taca Taca, también lo hacía un señor de apellido Del Solar, el hijo de Carlos Alfonso Delgado, Perucho, quienes leían y opinaban; la verdad que yo nunca opinaba, me sentía disminuido frente al bagaje cultural de ellos. Más bien yo siempre he buscado la aventura, he estado metido con los ‘choros’ –gente de mal vivir–, conozco sus jergas, motivaciones e inquietudes».

–¿Cómo cree identificarse en la obra?

«Con ‘El Sabido’, ese era mi ‘chaplín’ –alias–. En realidad yo jugaba muy bien el billar y me gustaba ‘comerme’ –estafar–, a los vivos. En las mesas de billar miraflorinas los jugadores llegaban hasta 50 boladas, en cambio yo hacía cien hasta cientocincuenta boladas, que de hecho llamaba la atención. Por supuesto que en Lima había gente que llegaba hasta trescientas boladas y hasta más».

–¿En qué consistía la estafa a los vivos?

«Antes de ir al billar me ponía mi corbata, mi camisita blanca, en fin le sacaba lustre al terno: estando en el billar pedía bolas para jugar solo, así como lo hacen ‘los pichones’ –aprendices–, luego me quitaba el saco, pedía una gaseosa y pagaba con cinco libras, que en esa época era una fortuna, entonces los sapos –aquellos que viven del billar– se decían acá está la playa y me pedían jugar... debo aclarar que yo juego con la zurda pero para cazar a los vivos actuaba con la derecha de esta manera, en el primer juego ganaba, mejor dicho se dejaban ganar, en la segunda mesa apostábamos una gaseosa y volvía a ganar, ellos lo hacían para picarme, a la tercer aun sol, después cinco soles, diez, veinte y al final sacaba mi zurda, recuperaba mi plata y les ganaba. Hay veces que me querían pegar, yo me corría o en todo caso nos trompeábamos».

–¿En alguna oportunidad Julio Ramón Ribeyro lo vio actuar?

«Julio iba al billar de Ricardo Palma, donde ahora están las Galerías Palma, acompañado de Perucho Buckinghan y un hermano de Julio que ahora es abogado. Perucho también era un buen jugador y llegaba al billar a competir conmigo, hacía que los ribeyro apostaran a su favor pero él se tiraba para atrás de tal manera que siempre hacía perder a sus grandes amigos; y conste que Perucho era mucho más amigo de los Ribeyro que cualquier otro.

Esto pinta de cuerpo entero lo palomilla que era Perucho».


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