PRIMEROS TRIUNFOS
BATALLA DE LA CANCIÓN COSTEÑA (3)
Por Manuel Acosta Ojeda.
Tras los cambios generados por la llegada de la Victrola y la aparición de la Radio, –temas revisados en los artículos anteriores–, se generaron respuestas aisladas.
El primer paso lo da Felipe Pinglo Alva (1899-1936); nuestro personaje a fines de la década de 1920 responde a la agresión, aportando al cancionero criollo, obras con melodías de mayor belleza y movimiento, lo que exige una armonía más compleja; promedia un ritmo diferente, ni tal lánguido –como el del valse de Malambo–, ni tan veloz – como el de los de La Palizada– allí están "Tu nombre y el mio", "Horas de Amor", "Rosa Luz", "Astro Rey", "Celos", "Haydee", "Oración del Labriego", etcétera; valses que se diferencian de su obra primigenia, hechas al estilo tradicional, iniciadas desde 1917, como "Amelia", "Porfiria", "Cruel dolor", etcétera.
El segundo paso se da en el Callao, Eduardo Márquez Talledo (1902-1975) compone temas como "Rosas de mi jardín", "Rosal marchito", "Ventanita", etcétera, canciones que no llegan a Lima, sino después del '30.
En 1929 se dio la quiebra económica de la bolsa de valoresn de Nueva York, la caída de Wall Street. Este desastre financiero, rebotó –sobre todo– hacia América Latina. Esta crisis llega al Perú en un momento de grave tensión política y social, la dictadura de Luis Sánchez Cerro, la Revolución de Trujillo, el asesinato del dictador en 1933. Gracias al "boom" del algodón se recuperó nuestra economía y es entonces cuando la radio juega un papel decisivo en la propaganda política y comercial.
Oscar R. Benavides utilizó la radio para emitir su propaganda populista, aprovechando los gustos musicales de nuestra mayorías; en gran porcentaje la canción costeña y en menor, la música andina.
"Los empresarios privados, por su parte, orientaron decididamente el medio hacia el entretenimiento (...). Si para el gobierno emitir música popular peruana contribuía a afirmar la nacionalidad y facilitaba la hegemonía de los sectores dominantes, para los empresarios era sencillamente rentable, pues esa música era la preferida de la mayoría de los oyentes. El mercado se iba ampliando y aparecían los anunciantes ávidos de captar compradores, si no demasiado solventes, sí bastante numerosos (1).Esta gran acogida de la "canción criolla" en las radios por 1940, fue un arma de "doble filo", pues si bien dio una gran tribuna al cancionero costeño, la que antes no tenía, consiguiendo innumerables simpatizantes, ya lo que se repite constantemente, se populariza, en oposición mutiló las más bellas canciones de los años '20, como "El pajarillo", "...voy a cantar, con el aliento que mi pecho brota", "El desesperado", "...la luna estaba oculta por los negros nubarrones", "Luis Pardo", "...Ven acá, mi compañera, ven tu, mi dulce andarita"; cuyos versos estaban escritos en 5, 6 y hasta 11 estrofas, debido a que la actuación de cada solista, dúo o conjunto estaba programada sólo para 25 minutos por lo que ninguna de las cinco canciones escogidas, podía durar más de 3 minutos, lo que nos da 15 minutos de música por 10 minutos para las "tandas" comerciales.
Años antes, nos llega desde Cuba la compañía Cubanacan, integrada por actores, músicos, técnicos, bailarines, dirigida por Eliseo Grenet. Esta visita dejó honda huella con sus actuaciones en el Teatro Forero (hoy Teatro Segura). Las novedades musicales eran el guaguancó, el bembé, la guaracha, la rumba, la columbia, el son y el aún desconocido bolero.
Estos ritmos alegres y contagiantes, compartieron escenario con nuestro cancionero de igual a igual, siendo finalmente desplazados por la aplastante difusión de los valses, polcas y marineras transmitidas por las únicas radioemisoras de la época.
(1) Emilio Bustamante: 2007 Los primeros veinte años de la radio en el Perú.
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